Mariana Martínez
Columnista, BBC Mundo
Conocí a Doña Perfecta hace unos años en un encuentro casual por las calles de Antigua, Guatemala, mientras vendía caramelos y cigarrillos en una esquina, en momentos de su vida en que pensaba en emigrar en busca de mejores oportunidades.
Tenía el cutis marcado por el sol, las manos arrugadas y aspecto de una mujer de sesenta cuando apenas había cumplido los 40.
Para Doña Perfecta, la vida no había sido fácil. Nació en un hogar de tres hermanos y cinco hermanas, donde las mujeres siempre fueron relegadas a las tareas del hogar y excluidas de la oportunidad de estudiar.
Cuatro hijos, un marido del que "no se sabe el paradero" y la responsabilidad de sus dos padres la habían impulsado a pensar la idea de emigrar a Estados Unidos para trabajar "con cama" o servicio doméstico, para sostener a su familia.
Su mirada triste, pero a la vez llena de deseos de salir adelante, viene a mi memoria una vez más este 8 de marzo, cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publica cifras sobre el empleo femenino y las trabajadoras migrantes.
Números que me hacen reflexionar sobre el destino que pudo haber tenido Doña Perfecta y la vida que llevan millones de mujeres en América Latina y el Caribe quienes, con su esfuerzo y tenacidad, sacan adelante a sus familias, avanzan profesionalmente, contribuyen con la economía local, la del país en el que viven y la región en general.
Tenía el cutis marcado por el sol, las manos arrugadas y aspecto de una mujer de sesenta cuando apenas había cumplido los 40.
Para Doña Perfecta, la vida no había sido fácil. Nació en un hogar de tres hermanos y cinco hermanas, donde las mujeres siempre fueron relegadas a las tareas del hogar y excluidas de la oportunidad de estudiar.
Cuatro hijos, un marido del que "no se sabe el paradero" y la responsabilidad de sus dos padres la habían impulsado a pensar la idea de emigrar a Estados Unidos para trabajar "con cama" o servicio doméstico, para sostener a su familia.
Su mirada triste, pero a la vez llena de deseos de salir adelante, viene a mi memoria una vez más este 8 de marzo, cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publica cifras sobre el empleo femenino y las trabajadoras migrantes.
Números que me hacen reflexionar sobre el destino que pudo haber tenido Doña Perfecta y la vida que llevan millones de mujeres en América Latina y el Caribe quienes, con su esfuerzo y tenacidad, sacan adelante a sus familias, avanzan profesionalmente, contribuyen con la economía local, la del país en el que viven y la región en general.
Una realidad de muchas
En América Latina y el Caribe hay, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 278 millones de mujeres frente a unos 273 millones de hombres.
Sin embargo, aunque en número son más, la OIT calcula que las mujeres en la región representan apenas un 40% de la población económicamente activa de las áreas urbanas.
La tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral, según la OIT, creció de 39% en 1990 a 52.4% en 2006, aunque todavía continúa siendo muy baja respecto a los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) donde, por ejemplo, en Francia ronda el 63%.
Este crecimiento se debe a que, en América Latina y el Caribe, un importante porcentaje de las mujeres pobres se ha incorporado en los últimos años al mercado de trabajo, fundamentalmente al empleo doméstico y los servicios.
Otros factores son la mejora en la escolaridad, una disminución en la tasa de fertilidad y a nuevos patrones culturales.
Según la CEPAL, dos grandes fuentes de empleo para las mujeres en la región son la microempresa y el autoempleo, más que nada para las mujeres pobres.
Entre 30% y 60% de las microempresas en América Latina y el Caribe pertenecen a mujeres.
Aunque todavía tenemos que reconocer, dice la OIT, que las mujeres pobres tienen un largo camino que recorrer antes de considerarse completamente integradas al mercado laboral.
La tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral, según la OIT, creció de 39% en 1990 a 52.4% en 2006, aunque todavía continúa siendo muy baja respecto a los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) donde, por ejemplo, en Francia ronda el 63%.
Este crecimiento se debe a que, en América Latina y el Caribe, un importante porcentaje de las mujeres pobres se ha incorporado en los últimos años al mercado de trabajo, fundamentalmente al empleo doméstico y los servicios.
Otros factores son la mejora en la escolaridad, una disminución en la tasa de fertilidad y a nuevos patrones culturales.
Según la CEPAL, dos grandes fuentes de empleo para las mujeres en la región son la microempresa y el autoempleo, más que nada para las mujeres pobres.
Entre 30% y 60% de las microempresas en América Latina y el Caribe pertenecen a mujeres.
Aunque todavía tenemos que reconocer, dice la OIT, que las mujeres pobres tienen un largo camino que recorrer antes de considerarse completamente integradas al mercado laboral.
Las mujeres ganan menos
Según la CEPAL, en 2002 los sueldos que percibían las mujeres en el mercado laboral eran equivalentes al 68% de los ingresos masculinos.
Es decir, si un hombre ganaba US$100 mensuales, las mujeres sólo recibían US$68.
El ingreso promedio por hora trabajada de las mujeres representa 80% del mismo ingreso masculino, aún cuando las mujeres presentan más años de escolaridad que los varones.
A la hora de buscar trabajo, las mujeres enfrentan más dificultades que los hombres.
Casi 50% de las mujeres mayores de 15 años no tienen ingresos propios, mientras que la cifra para los hombres asciende a sólo el 20%.
El porcentaje de mujeres en hogares pobres que no tienen ingresos varía de 45% en Perú a 78% en Costa Rica, mientras que en los hogares no pobres oscila entre 32% en Uruguay y 54% en México.
Es decir, si un hombre ganaba US$100 mensuales, las mujeres sólo recibían US$68.
El ingreso promedio por hora trabajada de las mujeres representa 80% del mismo ingreso masculino, aún cuando las mujeres presentan más años de escolaridad que los varones.
A la hora de buscar trabajo, las mujeres enfrentan más dificultades que los hombres.
Casi 50% de las mujeres mayores de 15 años no tienen ingresos propios, mientras que la cifra para los hombres asciende a sólo el 20%.
El porcentaje de mujeres en hogares pobres que no tienen ingresos varía de 45% en Perú a 78% en Costa Rica, mientras que en los hogares no pobres oscila entre 32% en Uruguay y 54% en México.
Algo que afecta a todas
Pero esto no sucede simplemente con las mujeres que pertenecen a los estratos económicos más bajos de la sociedad latinoamericana.
Por el contrario, para las mujeres educadas la brecha es mayor: con 13 o más años de estudio, las mujeres ganan el equivalente a 72% del ingreso de los varones.
En promedio, el ingreso per capita de los hogares con mujeres jefes de familia equivalía en 2002, según la CEPAL, a 94% del ingreso de los hogares urbanos con jefatura masculina.
Otro de los problemas, según la OIT, es que la mayoría de las mujeres mayores de 65 años en Latinoamérica no recibe jubilación o alguna forma de pensión debido a que han pasado toda la vida trabajando en el sector informal o no remunerado (servicio doméstico o del hogar).
En promedio, el ingreso per capita de los hogares con mujeres jefes de familia equivalía en 2002, según la CEPAL, a 94% del ingreso de los hogares urbanos con jefatura masculina.
Otro de los problemas, según la OIT, es que la mayoría de las mujeres mayores de 65 años en Latinoamérica no recibe jubilación o alguna forma de pensión debido a que han pasado toda la vida trabajando en el sector informal o no remunerado (servicio doméstico o del hogar).
Cuando sólo queda emigrar
La falta de oportunidades de empleo en el país de origen afecta mucho más a las mujeres que a los hombres y es una de las causas de la fuerte migración, dice la OIT.
La demanda de trabajadoras inmigrantes se concentra fundamentalmente en los trabajos domésticos, el cuidado de los niños, adultos mayores y enfermos, así como también los servicios de limpieza y hotelería.
Muchas veces estas mujeres migrantes, la mayoría sin documentos legales, ocupan puestos de trabajo para las que están sobrecalificadas.
Y son, sin duda, el soporte económico de sus familias en sus países de origen, al contribuir en buena parte con los más de US$60 millones de remesas que llegan anualmente a la región.
Estas cifras no hacen más que mostrar que las mujeres en América Latina y el Caribe cumplen una tarea ardua todos los días: la de madres, educadoras, profesionales, amas de casas, esposas y pilares de la economía local y regional. Tareas para las que no existe licencia ni horas de descanso.
Sólo por eso, mujeres como Doña Perfecta deberían estar en la mente de todos nosotros todo el año. Y no sólo un 8 de marzo.