Humberto Campodónico.
Si los ganaderos que le venden leche a los industriales recibieran un precio adecuado por su producto, ¿estarían realizando las protestas que ya duran meses y hasta años? La respuesta es NO. La pregunta es, entonces, ¿por qué no reciben un precio adecuado? Si nos atenemos a lo que pregona la libre competencia, debería existir un gran número de vendedores (ganaderos) y de compradores (los industriales lecheros).
Si algunos ganaderos quieren vender a precios muy altos (muy por encima de su costo), entonces los industriales le comprarán a los que vendan más barato (al costo más una ganancia razonable). Y viceversa, si algunos industriales quieren pagar poco, entonces los ganaderos le venderán sus productos a la gran cantidad de otros industriales, que pagarán precios que cubran sus costos más una ganancia razonable.
Pero eso es teoría pues hay muchos vendedores, pero pocos compradores: "en general, la industria láctea presenta la característica de un oligopsonio con 3 grandes empresas (Gloria, Nestlé y Laive). De ellas, Gloria es la más importante (INDECOPI, Mercado lácteo, mayo 2007). Este pequeño número de compradores tiene posición de dominio y puede fijar los precios de compra. Prosigue Indecopi: "Además, en varias zonas del Perú el mercado de leche fresca se restringe a zonas cercanas, lo que contribuye a que estas grandes empresas funcionen a manera de monopsonios".
Esta concentración empresarial no solo se da en la industria lechera, sino en el maíz, el trigo y el algodón, entre otros. Y muchos de estos mismos agroindustriales se benefician con la Ley de Promoción del Desarrollo Agrario (Ley 27360), pues solo pagan el 15% del impuesto a la renta y tienen condiciones laborales favorables.
La cuestión central es, entonces, establecer condiciones para una mayor competencia, es decir, propiciar la entrada de un mayor número de industriales lácteos que compren la leche fresca. Aquí está el problema. Nos dice otra vez Indecopi que hay enormes barreras a la entrada, "como se demuestra en el caso de las empresas extranjeras New Zealand y Friesland Brands que entraron casi sin éxito al mercado local: la primera cerró en 2005, y la segunda fue comprada por Gloria" (ídem).
¿Cuáles son esas barreras? Si bien la entrada al mercado lácteo es libre, "una restricción importante tiene que ver con las economías de escala y la integración vertical, que requieren de fuertes inversiones (…) Además, el pequeño tamaño del mercado peruano disuade la entrada de nuevos competidores, pues la actual industria la abastece con suficiencia" (Indecopi, ídem).
¿Qué hacer, entonces? Hay varias recomendaciones de política. Una es que los programas sociales reviertan su tendencia al aumento de la compra de la leche evaporada, pues eso refuerza el poder de las tres grandes. Pero hay un problema: los peruanos pobres prefieren la leche evaporada porque no tienen refrigeradoras: "De hecho, hay una correlación alta entre el consumo de leche evaporada y la no tenencia de refrigeradora" (Indecopi, ídem).
También se puede promover el acceso a tecnologías de refrigeración; tercerizar los servicios de control de calidad para evitar el rol de juez y parte que tienen las empresas al momento de fijar los precios. Otra medida es promover las organizaciones formales de los productores para que puedan acceder a financiamientos y realizar mejores negociaciones referentes al precio de la leche.
Mientras esas políticas se materializan, convendría actuar como en Colombia, país donde interviene el Ministerio de Agricultura para "regular los mercados internos de productos agropecuarios y pesqueros y determinar la política de precios, cuando se considere que existan fallas en el funcionamiento de los mercados". Eso es que lo se hizo con la Resolución 0012 (enero del 2007), que fijó los precios que los industriales le deben pagar a los ganaderos, sobre la base de una estructura de costos proveniente de un estudio realizado por el propio Ministerio. ¿Sucederá eso algún día en el Perú?
Si los ganaderos que le venden leche a los industriales recibieran un precio adecuado por su producto, ¿estarían realizando las protestas que ya duran meses y hasta años? La respuesta es NO. La pregunta es, entonces, ¿por qué no reciben un precio adecuado? Si nos atenemos a lo que pregona la libre competencia, debería existir un gran número de vendedores (ganaderos) y de compradores (los industriales lecheros).
Si algunos ganaderos quieren vender a precios muy altos (muy por encima de su costo), entonces los industriales le comprarán a los que vendan más barato (al costo más una ganancia razonable). Y viceversa, si algunos industriales quieren pagar poco, entonces los ganaderos le venderán sus productos a la gran cantidad de otros industriales, que pagarán precios que cubran sus costos más una ganancia razonable.
Pero eso es teoría pues hay muchos vendedores, pero pocos compradores: "en general, la industria láctea presenta la característica de un oligopsonio con 3 grandes empresas (Gloria, Nestlé y Laive). De ellas, Gloria es la más importante (INDECOPI, Mercado lácteo, mayo 2007). Este pequeño número de compradores tiene posición de dominio y puede fijar los precios de compra. Prosigue Indecopi: "Además, en varias zonas del Perú el mercado de leche fresca se restringe a zonas cercanas, lo que contribuye a que estas grandes empresas funcionen a manera de monopsonios".
Esta concentración empresarial no solo se da en la industria lechera, sino en el maíz, el trigo y el algodón, entre otros. Y muchos de estos mismos agroindustriales se benefician con la Ley de Promoción del Desarrollo Agrario (Ley 27360), pues solo pagan el 15% del impuesto a la renta y tienen condiciones laborales favorables.
La cuestión central es, entonces, establecer condiciones para una mayor competencia, es decir, propiciar la entrada de un mayor número de industriales lácteos que compren la leche fresca. Aquí está el problema. Nos dice otra vez Indecopi que hay enormes barreras a la entrada, "como se demuestra en el caso de las empresas extranjeras New Zealand y Friesland Brands que entraron casi sin éxito al mercado local: la primera cerró en 2005, y la segunda fue comprada por Gloria" (ídem).
¿Cuáles son esas barreras? Si bien la entrada al mercado lácteo es libre, "una restricción importante tiene que ver con las economías de escala y la integración vertical, que requieren de fuertes inversiones (…) Además, el pequeño tamaño del mercado peruano disuade la entrada de nuevos competidores, pues la actual industria la abastece con suficiencia" (Indecopi, ídem).
¿Qué hacer, entonces? Hay varias recomendaciones de política. Una es que los programas sociales reviertan su tendencia al aumento de la compra de la leche evaporada, pues eso refuerza el poder de las tres grandes. Pero hay un problema: los peruanos pobres prefieren la leche evaporada porque no tienen refrigeradoras: "De hecho, hay una correlación alta entre el consumo de leche evaporada y la no tenencia de refrigeradora" (Indecopi, ídem).
También se puede promover el acceso a tecnologías de refrigeración; tercerizar los servicios de control de calidad para evitar el rol de juez y parte que tienen las empresas al momento de fijar los precios. Otra medida es promover las organizaciones formales de los productores para que puedan acceder a financiamientos y realizar mejores negociaciones referentes al precio de la leche.
Mientras esas políticas se materializan, convendría actuar como en Colombia, país donde interviene el Ministerio de Agricultura para "regular los mercados internos de productos agropecuarios y pesqueros y determinar la política de precios, cuando se considere que existan fallas en el funcionamiento de los mercados". Eso es que lo se hizo con la Resolución 0012 (enero del 2007), que fijó los precios que los industriales le deben pagar a los ganaderos, sobre la base de una estructura de costos proveniente de un estudio realizado por el propio Ministerio. ¿Sucederá eso algún día en el Perú?